Europa está ante una encrucijada histórica en la que se decidirá el futuro
común. ¿Lograremos dar una respuesta conjunta a la crisis financiera y
monetaria, oponiendo reglas a los desencadenados mercados financieros?
¿Conseguiremos, desde la crisis, desplegar una nueva dinámica para una mayor
integración europea? ¿O permitiremos, por el contrario, que Europa se deje
desmembrar por los mercados financieros, con el peligro de que revivan antiguos
nacionalismos y de que Europa se sitúe a sí misma en un limbo político y
económico?
Estamos ante un cambio de época. La era del radicalismo del mercado y del
neoliberalismo está tocando a su fin. Sus paladines están antes las ruinas de
sus propias teorías. Durante casi 30 años han predicado que solo la libertad de
los mercados posibilitaría el progreso de la sociedad. Esa fue la doctrina
dominante en la política y en la llamada ciencia
económica. Todo esto se ha derrumbado con estrépito con la crisis financiera de
2009. Los mercados liberalizados y desregulados no han trabajado de forma
eficiente, sino todo lo contrario. Quienes difundieron estas fatales creencias
en el mercado no eran siquiera economistas, sino teólogos. Han anunciado dogmas
de fe y defendido intereses bien concretos, que estaban más allá del bien
común.
Como respuesta a estos nuevos desafíos ya no sirven las recetas de
entonces. Como socialdemócratas y socialistas europeos sabemos que vivimos un
tiempo que exige respuestas nuevas y distintas.
No cabe esperar esas respuestas de los conservadores y liberales de Europa.
Ni siquiera ahora quieren darse por aludidos de que han fracasado sus ideas de
mercados libres y autosuficientes. Cuando Angela Merkel habla de que lo que hoy
se trata es de las “democracias conformes a mercado”, se desenmascara a sí
misma y muestra que ella, y sus colegas conservadores, siguen sin entender lo
decisivo de este cambio de época. Como socialdemócratas y socialistas europeos
afirmamos: necesitamos mercados conformes a la democracia, mercados que se
adecuen a una política democrática. Sabemos que Europa es el lugar en el que
tenemos que librar de forma conjunta esta lucha política. En esto estriba hoy
la gran unidad de los socialdemócratas y socialistas europeos: Europa puede y
debe ser el lugar en el que, juntos, domeñemos por segunda vez al capitalismo…
en particular, al capitalismo financiero. Lo que necesitamos es una
europeización de la economía social de mercado orientada al bienestar a largo
plazo de tantos como sea posible, no al beneficio rápido de unos pocos. No podemos dejar a
Europa en manos de los gestores de empresas
Los jefes de Estado y de Gobierno de Europa, predominantemente
conservadores, se han dejado manejar durante demasiado tiempo por los mercados.
Con reiteradas operaciones de rescate han intentado ganar tiempo, sin atacar la
crisis en sus raíces ni poner en su sitio a los mercados financieros.
Y, de forma unilateral, han dado de esta crisis una definición que solo es
cierta en algunas partes: por ejemplo, como crisis de deuda de determinados
Estados de la UE cuyas finanzas públicas se han descontrolado y cuya
competitividad se ha desplomado. En el caso de Grecia, semejante perspectiva
podría tener una cierta justificación. En los de Irlanda y España, sin embargo,
elude el núcleo del problema. Estos países exhibían, antes de la irrupción de
la crisis financiera, unas finanzas públicas ejemplares. Aquí fue sobre todo la
crisis financiera internacional la que obligó a ambos Estados a endeudarse
masivamente para evitar el colapso de su banca.
Los conservadores y liberales de Europa intentan ocultar esta influencia de
la crisis financiera internacional. En vez de sujetar realmente a control a los
mercados financieros, en lugar de acometer los problemas estructurales de la
eurozona a través de una política económica, financiera y social coordinada de
forma efectiva, Europa se somete a un único dictado de ahorro, que no es ni
económicamente racional ni socialmente justo. Bajo un nuevo signo, los
conservadores y liberales europeos mantienen con vida las ideas y conceptos
neoliberales que han fracasado con la crisis: en la medida en que los mercados
financieros pueden seguir desarrollando su juego especulativo y en la medida en
que los Estados se sujetan a un dictado unilateral de ahorro, cuyo resultado es
menores servicios públicos, menor justicia social, más privatización y más
libertad de mercado.
Como socialdemócratas y socialistas europeos queremos una política distinta
para Europa. Queremos conjugar solidez financiera con solidaridad europea,
disciplina presupuestaria con crecimiento y empleo.
1) El pacto fiscal europeo es un paso importante para garantizar unas
sólidas finanzas públicas en Europa. Sin embargo, está orientado de forma
excesivamente unilateral al ahorro y a la austeridad. Por ello queremos que se
complemente con un impulso conjunto europeo hacia el crecimiento y el empleo.
2) Queremos que los mercados financieros sean sometidos a reglas claramente
más estrictas y que participen de los costes de la crisis mediante un impuesto
a las transacciones financieras. Los fondos de este impuesto podrían ser
aportados a un programa económico y de innovación, una especie de Plan Marshall
europeo del que tendría que beneficiarse sobre todo Europa meridional.
3) Queremos que a Europa se le dé una fuerte orientación social: a través
de una iniciativa común contra el desempleo juvenil, que ha alcanzado en
algunos países niveles preocupantes, a través de un estándar social mínimo y
salarios justos en toda Europa. Queremos luchar por que las personas vuelvan a
tener esto presente: Europa es una comunidad que protege a ciudadanas y
ciudadanos.
4) Y sabemos también que Europa, en la crisis, tiene que seguir avanzando
en la integración y requiere unos fundamentos democráticos aún más sólidos.
Como contrapeso a la política de cénaculo de los jefes de Estado y Gobierno en
las cumbres de la UE, el Parlamento Europeo debe convertirse en el lugar
central de la decisión política y la democracia europea.
Cuando se habla hoy de Europa, se hace cada vez menos en relación a la paz
y la reconciliación, la libertad y la emancipación, y más con conceptos de la
economía financiera de mercado: fondo de rescate, mecanismo de estabilidad o
endeudamiento. El discurso sobre Europa, que anteriormente era un discurso de
ideas políticas, se desarrolla hoy cada vez más en el vocabulario de los
gestores empresariales. ¡Pero no podemos dejar a Europa en manos de los
gestores de empresas!
Porque Europa es mucho más. Más que el euro, más que un mercado común. Más
también que los tratados e instituciones que hoy mantienen unida a la Unión
Europea. Europa es también, y sobre todo, una grandiosa idea de coexistencia de
personas y pueblos. Refundar este contrato social de ciudadanas y ciudadanos,
en diálogo y alianza con los grupos sociales y los socios de la Unión, es una
de las grandes tareas a las que puede y debe dedicarse la socialdemocracia en
Europa. Europa como comunidad protectora y representación de los intereses de
las ciudadanas y ciudadanos en el mundo de mañana: esa es la imagen que del futuro
de la nueva y distinta Europa del siglo XXI tenemos nosotros, socialdemócratas
y socialistas.
Fuente Diario “El Paìs” del 17.04.2012.
Sigmar Gabriel es el presidente del Partido
Socialdemócrata de Alemania (SPD)
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